“Vino, enseñame el arte de ver mi propia historia / Como si esta ya fuera ceniza en la memoria” (Jorge Luis Borges).

     Arranco con esta cita de Borges, porque así fue cuando entro el vino en mi vida, porque era un deseo de experimentar y poner a prueba mis otros sentidos para practicar la memoria en ellos, y fue así que decidí entrar a trabajar en una tienda especializada en vino “La Esquina del Vino”, entonces empezó este viaje de beber el Zumo del dios Baco.

     En otros países dónde el vino es la bebida emblemática como algunos de Europa, Sur América, NorteAmérica etc, desde muy jóvenes consumen esta bebida como un alimento y parte de su cotidianidad, en mi caso llegó a mis 30 años a decirme que no hay edad para empezar con esta cultura maravillosa, que te abre la puerta del conocimiento de disfrutar con más atención una comida familiar, una plática con una amistad de toda la vida, una tarde de lluvia, una tarde de mayo calurosa o hasta ver una obra de arte, que te lleva sentir la obra que observas al momento de tomar esa copa de vino y empiezas a percatarte de la copa que estas bebiendo, desde su vista, aroma y la habilidad de degustarlo, como complemento a tu experiencia, ya que también es la misma cuando ves o te atrapa una obra visual o cualquier expresión artística.

     Degustar y beber son dos conceptos diferentes a la hora de entrar al mundo del vino ya que beber significa ingerir cualquier bebida para satisfacer una necesidad biológica, mientras degustar significa saborear un producto con atención para evaluar y someterlo a nuestros sentidos y allí es donde entra la memoria para percatarnos de toda la experiencia en abrir una botella de vino, aquí es dónde empieza el juego de la memoria en beber y comer con el disfrute de querer seguir descubriendo sabores, aromas, colores con la vinculación de tus experiencias de vida y sobre todo que este placer que te provoca el vino formará parte de tú historia.

Autora Ingrid Miranda

Colaboradora de La Esquina del Vino